De la misma manera que lo natural en los niños es su vitalidad externalizada de varias formas, lo natural en un practicante de artes marciales debiera ser la marcialidad, pero como se expresa?

Está  bastante extendido el estereotipo de luchador con cara de furia descontrolada que intimida al adversario lanzándole  rayos biónicos con los ojos. Es producto de las películas y publicaciones en revistas dirigidas a un público la mayoría de las veces poco entendido o como a mí me gusta expresarlo “marcialmente inmaduro”. En contraposición, existe otro estereotipo de artista marcial que intenta encarnar  la ausencia del combate (sin haberlo estudiado previamente) y que mira al infinito como si la influencia divina le fuera a salvar el pellejo. A mi modo de ver otro ejemplo de practicante marcialmente inmaduro.

Y es que se pueden llevar muchos años practicando un arte marcial, tener un cierto dominio de la técnica desde el punto de vista formal y ser marcialmente muy inmaduro.  Pero también lo contrario, he conocido a personas que con poco tiempo de entrenamiento en seguida han manifestado una marcialidad asombrosa.

La marcialidad está íntimamente relacionada con la guerra (dios romano Marte) y por extensión con el mundo militar. ¿Cómo vivir, como morir?. El camino del guerrero conduce a  sentir la necesidad de descubrir el valor de la vida y el arte de saber morir. Ser marcialmente maduro significa saber matarse a sí mismo, saber cortar nuestra propia conciencia, haber reflexionado sobre el valor de la vida y el sentido de la muerte.

En el contexto del Aikido adoptar una actitud marcial significa generar una cierta tensión de combate que en absoluto se traduce en agresividad, crispación ni rechazo del  adversario o de la situación. Es una forma de comunicación con el otro utilizando todos los sentidos, armonizándonos  con su respiración y percibiendo sus intenciones. Es una tensión sana, instintiva, que nos ayuda a evolucionar  tanto técnica como espiritualmente y nos ayuda a comprender mejor las dificultades que tenemos que superar. Esta comunicación sensorial con lo que nos rodea debe estar cimentada en un estado mental y emocional neutro (Neutralidad o estado Mushin) de manera que dispongamos de libertad para reaccionar de la manera mas coherente ante una determinada situación . Hacen falta años de práctica intencionada e inteligente para orientar nuestro espíritu en esta dirección y adquirir un buen Shisei.

El filósofo-emperador  estoico Marco Aurelio dictó la famosa frase: “Si no eres recto, enderézate”. Ésta es una máxima que encaja perfectamente con el concepto de marcialidad al que me refiero ya que existe una relación directa entre la posición corporal y nuestro estado mental y espiritual.

El mítico Miyamoto Mushashi  lo describe así: “ El rostro está tranquilo, ni girado arriba, ni hacia abajo, ni hacia los lados, los ojos ligeramente cerrados sin movimiento de los globos oculares, la frente sin una arruga, el ceño ligeramente fruncido, la nariz recta, las vértebras cervicales llenas de fuerza. Por debajo de los hombros caidos (de forma natural), el cuerpo está perfectamente relajado, la columna vertebral está en su sitio, las nalgas metidas; las rodillas hasta los dedos del pie se apoyan fuertemente sobre el suelo, las caderas no está retorcidas, el vientre esta redondeado con firmeza”.

Dado que en la práctica del Aikido buscamos la resolución armoniosa del conflicto, es de suma importancia adoptar previamente la aptitud correcta.  Querer aparentar lo que no se es, en este caso, marcial, es síntoma de inseguridad y de inmadurez

A lo largo de mis treinta años de práctica he tenido la gran suerte de recibir el ukemi de varios maestros. El recuerdo mas intenso es con el maestro Tamura y el que ha servido de inspiración para este escrito. Tamura Sensei era la marcialidad personificada, hasta cuando sonreía era capaz de cambiar el semblante en decimas de segundo dejándote desconcertado y completamente fuera de juego. Los que hemos tenido la suerte de conocerle y le hemos seguido con cierta intensidad tenemos una referencia bastante certera de lo que la marcialidad significa en una disciplina como el Aikido, y no hablo de la belleza estética de sus movimientos en  el tatami, ni de su técnica extraordinariamente eficaz, sino de su forma de comunicarse e interactuar  tanto dentro como fuera del tatami.

Por último me gustaría citar a Aristóteles con la frase: “La excelencia no es un acto, es un hábito”. 

Con permiso del  gran filósofo hago mías sus palabras aludiendo al objeto de este escrito: La marcialidad no es un acto, es un hábito. Os invito a reflexionar sobre ello.

Roberto Sánchez, abril 2016.

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